La denominación de Salto, Itú o arrefice, ya se encuentra en los mapas levantados por los misioneros jesuitas en la primera mitad del 1600. El nombre del Departamento y la ciudad fueron denominaciones muy anteriores a su existencia como tales en referencia a un accidente geográfico. Simbólicamente ha sido determinada la fecha del 8 de Noviembre de 1756, en primera instancia y posteriormente como el “inicio del proceso fundacional” sin ningún aval histórico ni documento que lo pruebe. Aparentemente el símbolo es la presencia de José Joaquín de Viana y las tropas españolas; lo que no deja de sorprender, pues en la misma línea de pensamiento se podría haber tomado los asentamientos de las diversas etnias indígenas que habitaron estas costas desde miles de años antes de aquel presente y aquí estaban sus descendientes cuando el militar español arribó con sus tropas para servir de escolta al Marqués de Valdelirios. Si a estos grupos americanos los historiadores de otrora no los consideraran humanos o, abiertamente han preferido ser “hijos absolutos” de la cultura europea es un enfoque que aquí no se analiza. De todas maneras quedará en la duda y no es el objetivo de este trabajo aunque obviamente resulte imprescindible su mención. Salto ciudad no fue fundada, no existe acta de fundación ni orden al respecto.
Los documentos consultados consolidan esta posición, entre otros nos referimos a los investigados por el Pbro. Crisanto López en los archivos parroquiales de la iglesia Nuestra Señora del Carmen. En 1913 el Presbítero Rafael Firpo publica el trabajo que iniciara López y la página 6 de la Historia del Salto Oriental afirma que:
“El Salto lleva de existencia 95 años, su fundación data del año 1817 y es sensible que no se conserve acta oficial alguna de su creación por lo que nos hemos visto precisados a recurrir a las notas que se conservan en el archivo de la parroquia de esta ciudad.”
Agrego que tampoco existe acta alguna de inicio de proceso fundacional, ni piedra fundamental, ni advocación religiosa tal cual lo ordenaban las leyes de Indias en cada fundación de pueblo, villa o similar.
Continúa Firpo:
“Algunas mujeres que rezagadas de las que acompañaban al ejército portugués – seguramente guaraníes misioneras, el agregado es nuestro - acampado en los sitios donde hoy se eleva hermosa la Ciudad Salteña, edificaron pobres viviendas que fueron las primeras poblaciones…”
Pobres viviendas, 1817, debemos suponer sin temor a equivocarnos que serían simples ranchos de barro y paja. Valiosos testimonios surgen de la consulta de los libros parroquiales de esta época que hemos tenido la fortuna de consultar con cientos de anotaciones de bautismos y defunciones de guaraníes misioneros y su origen; Yapeyú, La Cruz, Santo Tomé, Misiones, San Carlos, San Nicolás, etc.
Por esta época de 1817, a 70 kilómetros al Norte la aldea de Belén fundada, esta sí fundada, en 1801 ya había sufrido dos incendios y a posteriori de cada uno su ejido fue trasladado del emplazamiento original. La invasión portuguesa encontraría a la “miserable aldea de Belén…” (Saint Hilaire, Viaje a Río Grande Del Sur) a orillas del arroyo Yacuy con una reducida población, 4 kilómetros al Norte de su localización original.
Vista aérea de la trinchera Sur de Nuestra Señora de Belén construida en 1801.
Es uno de los últimos testimonios de construcciones por Leyes de Indias. Desde antes de 2001 hemos venido reclamando políticas de conservación para este monumento. Sin embargo la incomprensión y la ignorancia, cuando no el oportunismo en busca de un minuto de gloria de algún personaje parecen haber triunfado por sobre el interés común. Quedará en el silencio del campo y los montes como intangible testimonio, los innumerables sufrimientos de aquellos heroicos pobladores, donde se registrara por primera vez la entonación del Himno al Salto desafiando al ejército portugués por parte de un grupo de Guaraníes.
De una crítica lectura del trabajo de investigación de Rafael Firpo, página 17 de su ya citado libro:
“El Brigadier Don José Bustamante y Guerra, gobernante… (con el objeto de) reunir familias españolas e indígenas que se encontraban esparcidas en las secciones de Víboras, Soriano y Paysandú. Poniendo en práctica aquella oportuna idea, decretó a fines del año 1880 (sic) la fundación del Pueblo de la Florida…y el de Belén sobre la costa del Uruguay al Norte del Arapey.”
Auguste de Saint Hilaire llega a Salto en enero de 1821, describiendo el “campamento del Salto” plasmando importantes referencias sobre su ubicación. Mayor impresión causaría en el viajero y naturalista el “poblado de Manduré, al Norte del paso de Martín José…” y así lo registraría en sus apuntes sobre un poblado “industrioso donde pude apreciar varios telares…”. No obstante según algunos destacados investigadores, Saint Hilaire pertenecía a la generación de los “nuevos descubridores de América”, basta esta síntesis para el caso de que en acuerdo a esas razones y a la óptica europea con que se miraba y calificaba a los pobladores gauchos, indios y negros esclavos, para otorgarle un justo valor a los juicios emitidos.
No podemos entender la razón ni el porqué algunos historiadores han omitido en forma por demás llamativa este detalle ni queremos pensar que la razón pudiera ser la más absoluta negativa a mencionar que un poblado de indios, por más industriosos que resultaran fueran parte de una sociedad idealizada a molde de las cortes europeas, sin merecer otra suerte que la de ser ignorados.
Volviendo a los archivos de la Parroquia del Carmen logramos ubicar varias partidas de defunciones, muertes que fueron atribuidas a los Charrúas hasta 1839 lo que demuestra, por lo menos en la letra fría, una gran inestabilidad. Poco podría en este escenario la naciente villa del Salto Oriental avanzar en materia edilicia, comercial y social.
La denominada “Guerra Grande” traería consigo actos propios de aquellos conflictos armados, hombres de los centros poblados arrastrados al servicio de los ejércitos, pueblos incendiados (Belén por tercera vez) destrucción, saqueos que finaliza “sin vencidos ni vencedores” el 8 de octubre de 1851. En el transcurso de estos hechos fue incendiado el primer edificio de la Parroquia del Carmen.
Libro parroquial, anotación del 5 de Diciembre de 1845.
Trascripción:
“Diciembre Vacante”
“La falta de partidas que se observa en los meses de Octbre. Novbre. y Dic.bre del presente año ha sido causada por la emigración a que se nos obligó, juntam.te con parte de este vecindario, en 1º de octbre. del mismo año: así es, que los finados q´hubo durante este tiempo, han sido sepultados sin mi conocimiento. Después de mi regreso a fines de Novbre. encontré la Iglesia ocupada p.r militares permaneciendo de este modo hasta mediados de Dic.bre. que se le prendió fuego, quedando inutilizada para siempre. Por lo tanto hasta qe haya habilitación de un lugar en q.e se pueda celebrar los divinos oficios, las partidas que se anotan serán solam.te p.a el conocimiento de los fallidos (fallecidos?), sin q.e por ello se exija derecho parroquial alguno.- Salto Or.tal 31 de Dic.bre de 1845.
Antonio Guerrero
Cura Vº Ex.r
No parece posible que este escenario fuera propicio para iniciar o finalizar faraónicas obras de ingeniería a las que nos referiremos más adelante.
Isabel Barú, indígena que llegara a la naciente villa en 1817 describe el paisaje urbano luego de aportar interesantes datos sobre su procedencia y familia:
“Mi hija tenía tres años cuando yo pisé el Salto y aquí no había ninguna casa (en) el año 1817 sino las carpas de los Jefes del Ejército…”, agregando más adelante: “Como después no salí del Salto fui testigo vista de todos los sucesos acaecidos…”. A los efectos del presente trabajo debo mencionar que la anciana indígena entrevistada, aporta datos muy interesantes mencionando a la casa de Fialho como la primera que se edificó de material (mampostería?) cuando la invasión del ejército brasilero. (Firpo, Rafael, página 40).
Testimonio de primera mano por ser informante presencial de casi un siglo de historia del Salto en la primera mitad del siglo XIX los datos aportados adquieren especial relevancia.
Juana Itaquí, también indígena, quien llegara a Salto después de 1828 habiendo ingresado al naciente Estado Oriental siguiendo al Gral. Fructoso Rivera durante el conocido Éxodo Misionero describe a Firpo:
“Este pueblo era un campamento y siguió siéndolo muchos años hasta que se acabó la Guerra Grande…”.
En este extremo cabe relativizar la afirmación. Documentos elaborados durante la Guerra Grande, a propósito de las construcciones que se utilizaron como defensa, la Iglesia de la Villa, casas de comercios y de las investigaciones que hemos venido realizando sobre la presencia de José Garibaldi, surgen valiosos testimonios documentales sobre la requisa a doña Felicidade Reyes de diversos materiales de construcción que le fueran incautados para la olvidada fortaleza del Salto erigida en la hoy ochava Noroeste de la intersección de Uruguay y Zorrilla de san Martín:
“Sr. Coronel en Jefe de esta Guarnición.
Doña Felicidade Reyes vecina de este pueblo…que habiéndole sido deshecha una pared de ladrillos y otra de piedra…que cercaban su propiedad…con consentimiento de V.S y con el objeto de emplear los materiales en las fortificaciones de este pueblo…se sirva ordenar la medición de estas paredes…se le documente para quien corresponda.”
Salto, Mayo de 22/ 1846.
Salto Junio 1º de 1846.
Informe y liquide el Maestro Mayor de Albañiles
J. Garibaldi.
A ruego de Doña Felicidade Reyes.
Juan Antonio Diano.
De todas maneras resulta atrayente la idea de generalizar -a la que no han escapado respetables coterráneos- acerca de las construcciones de mampostería en la primera mitad del siglo XIX, las casas de comercio, la plaza principal y sobre todo la de aquellos predestinados a ocupar importantes cargos militares y de gobierno y relacionar todo ello con lo que el folclore y la tradición oral, -que aceptémoslo, han tenido mayor éxito en la masa popular que las evidencias materiales- se reservaron para un siglo XX cubierto de mitos.
Sin embargo no surgen evidencias de inicio masivo de construcciones hasta la última parte del siglo XIX con la definitiva presencia de población estable. Las casas habitaciones del pobrerío pasarían a ocupar las costas de los arroyos Sauzal y Ceibal y lentamente el Pueblo Nuevo, hoy Baltasar Brum en cinturones de humildad material que proveyó de mano de obra y fuerza bruta el empuje edilicio del centro de aquel orgulloso Salto Oriental, realidad bien distinta a la romántica imagen plasmada por los historiadores locales a posteriori.
La población del Salto Oriental alcanzaría a fines del s. XIX, mediados de 1880, alrededor de 32.000 personas censadas por orden del Jefe Político Cnel. Teófilo Córdoba. (Fernandez Moyano; Viquede Bourdin, Breve Historia de Salto, pág: 234) . De real interés resulta conocer estas cifras de aquellos núcleos numéricamente mayores la que resulta por demás reveladora.
Uruguayos: 26.610
Italianos: 1.885.
Españoles: 1.152
Argentinos: 1.680
Brasileños: 4.039
Definitivamente se afianzaba la población estable, el comercio y las crecientes industrias. Seguramente un buen número de pobladores censados dentro de la categoría de uruguayos fueran descendientes de aquellos habitantes de inicios de siglo.
La existencia de construcciones subterráneas en la ciudad de Salto ha ocupado espacios en la tradición oral y también en los medios de prensa locales cuyos autores no han dudado en catalogarlos como túneles.
En los primeros meses de 1990 comenzamos los trabajos de verificar cuanto lugar fuera señalado con existencia de túneles; básicamente evaluar la posibilidad de que pudiera producirse un derrumbe y evitar sus consecuencias determinó que se volcara todo el esfuerzo posible desde el Museo de Arqueología en recuperar documentación, planos en el caso que se llegaran a ellos, testimonios materiales, ubicaciones, propietarios de los predios y condiciones de conservación; trabajo que se realizó durante 14 meses.
Encarar un trabajo de esta naturaleza con soportes tecnológicos limitados supuso un esfuerzo aún mayor. De todas maneras se determinó una metodología de trabajo a los efectos de comprobar o descartar aquellos que la tradición oral había mantenido, aún con la certeza por parte del equipo de investigación que todos quienes habían aportado datos a través de los medios de prensa, ninguno de ellos otorgaba un testimonio válido: solamente habían visto “la entrada”; “las dimensiones son suficientes para un caballo y su jinete”; “fueron hechos durante la presencia de Garibaldi” (¿) etc.
Aquí es necesario detenerse para mencionar, más no sea al pasar, lo que denomino “momento bisagra” en la historia de esta ciudad. La presencia de Garibaldi como punto de partida de todo testimonio material de cuyo origen se duda o existe un vacío documental; sin embargo la dinámica durante las investigaciones de estos acontecimientos específicos, la Guerra Grande, sí han aportado documentación fehaciente sobre construcciones que ya no son visibles en la ciudad como la fortaleza del Salto ubicada en la intersección de las calles Florencio Sánchez y Uruguay a la que ya hiciéramos mención en anterior trabajo. Abundante documentación, menciones directas, dibujos de la fortaleza, testimonios de legionarios que fueron protagonistas de aquellos hechos. Aparentemente los historiadores de la época, más apegados a misterios ocultos que a una investigación sistemática, han dejado pasar por alto estos hechos.
Convengamos que la investigación histórica requiere de un entrenamiento muy sólido en lecturas documentales, valoración de la relación espacio-tiempo y sobre todo asepsia en el método, tal vez demasiado pedir para una sociedad que comenzaba el siglo XX cargada de odios partidarios y aún pariendo nuevos que no demorarían en eclosionar.
No en vano la historiografía local fue generada entre “contertulios de café”, personajes “entendidos” en estos temas y, como no podía ser de otra manera, coleccionistas empedernidos, que aún deambulan por allí, de cuanto material valorado por su belleza estética o rareza para ponderar definitivamente el “conocimiento” expuesto. Fotografías y dibujos resultaron ser codiciados trofeos. Que este escenario haya sido el germen del interés por el pasado tiene su enorme valor, que hoy se lo siga considerando válido es a todas luces condenable; sin embargo, a pesar de la existencia de un marco legal –inoperante, pero existente- las ferias vecinales son el bullicioso escenario de venta de cuanta cosa catalogada como rara o antigua y los documentos, muchas veces originales y únicos no escapan a la generalidad. Es la ley de la demanda y la oferta. Y en su imperio
han desparecido irrepetibles testimonios.
Apenas un atisbo de un contexto ordenado se puede observar en algunos museos que cumplen la función de preservación de la memoria colectiva – o deberían cumplirlo – los que no han escapado a un estereotipo casi medieval.
En este escenario y desde el mismo se escribe y se mantiene una historia con velos míticos, comparaciones –faltaba más – con la Europa culta y un gran, enorme paréntesis, donde poner a los protagonistas humanos de aquellos tiempos: un pasado esquivo en tonos de grises y aquello de que todo tiempo pasado fue mejor y no hay forma de cambiarlo. Las interpretaciones llegarán como llegaron, de la mano de cultores de una visión fragmentada que salvo contadas excepciones, han hecho carne en la sociedad. Condenado a la hoguera irá quien ose poner en tela de juicio aquellas sacralizadas afirmaciones. El riesgo vale la pena…
Entendemos por túnel a aquella construcción que tiene por objetivo principal comunicar dos extremos que, de otra manera, se mantendrían separados. El túnel permite de tal modo el paso por espacios cerrados que por lo general son subterráneos. Una de las características principales de todo túnel es que cuenta con un techo y que la única ventilación es la que se mantiene en ambos puntos, no habiendo ninguna posibilidad de salida o cruce del mismo fuera de esos dos puntos de comunicación.
Antiguo Cuartel Militar, posteriormente Jefatura de Policía.
Calle Florencio Sánchez.
Acceso por un brocal cuadrangular a ras del piso en el patio de la actual cochera de la empresa De León.
Distancia al piso: 2 metros 15 cms. A 3 metros máximo.
Se visualiza una bóveda de tres metros con cincuenta de ancho; 25 a 30 metros de largo; orientación Sur-Norte.
Sobre pared Oeste pequeña comunicación cuadrangular de aproximadamente 0.50 de lado que comunica con otra bóveda de similares características y la misma orientación.
Construcción en ladrillo de grandes dimensiones, cemento tipo mortero, partes revocadas.
Paredes de la segunda bóveda igual a descripción anterior, pared oeste con evidencias de restos de caños de cerámica en posición vertical.
Prospección externa, pared oeste del edificio con restos de caños de cerámica coincidentes en su ubicación con los restos descriptos para la parte interna.
Conclusión: Aljibe, reserva de agua.
Casa de los Lamas.
Marzo, Abril de 1992
Ex tapicería Trindade.
Pared Sur, planta baja.
Se quita tabique de ladrillo. Queda al descubierto sistema de construcción en arco del mismo estilo que se puede apreciar hoy en el restaurante conservado como en sus orígenes, y en planta baja de
Casa de Gobierno.
Conclusión: depósito, sótano.
Palacio Córdoba, actual Casa de Gobierno.
Mayo de 1992.
Ex Palacio de la Galletita.
Sobre extremo Sur, en el sótano bajando escalera orientada Este- Oeste.
Se retira cubierta de ladrillo tipo tabique. A cuarenta centímetros se evidencia construcción en arco con ladrillo de campo, cemento tipo mortero.
Conclusión: Horno del Palacio de la Galletita.
Esta información fue corroborada en forma personal por el Sr. Carlos Ferreira quien fuera propietario de este establecimiento comercial.
Actualmente se puede ver aún la construcción y las huellas de la temperatura del horno en la pared.
Estancia Santa Rita o Estancia de los Azulejos, Colonia Itapebí.
Julio de 1992.
Casa perteneciente al Instituto Nacional de Colonización.
Lugar: Galpón ubicado al Sur-Oeste de la casa principal.
Interno, aljibe cercano a la pared Norte.
Brocal de 0.50 metros.
Distancia interna a la base: 2.50 metros.
En dirección norte se observa una construcción tipo bóveda de 1.80 metros de altura por 1.90 de ancho en su base, dirección Norte-Sur.
Longitud total: 30 metros. A unos 15 metros se observa en pared Oeste una pequeña puerta a la que no se tomó medidas pero que se pudo acceder con mucha dificultad en dirección Oeste ubicando otra bóveda de características similares.
Se verifica presencia de caños de cerámica en la segunda bóveda (similar a las de la vieja Jefatura de Policía).
Conclusión: Depósito de agua, cisterna.
Casa familiar en Uruguay al 800.
Noviembre de 1992.
Se accede a la casa a través de llamado telefónico del heredero de la propiedad que se encontraba realizando tareas de mantenimiento ante la constatación del hundimiento del piso de uno de los baños de la casa.
Se verifica que parte del piso de la casa en anexo Sur se encontraba levantado, piso de madera de pinotea que manifestara el propietario intentar quitarlo para su venta.
En pared Sur de este sótano se ubica una pequeña puerta de unos 80 cms de ancho por 1.50 metros de alto, cerrada con puerta de rejas.
Es visible el escombro que se había volcado en pieza contigua correspondiente al baño al que refería cedía el piso con frecuencia.
En este caso no se intervino por peligro de derrumbe y ante la imposibilidad de contar con respaldo económico en caso de daño.
De entrevista mantenida con el actual propietario (octubre de 2012) el mismo no se mostró receptivo a dialogar sobre el tema, manifestando contradicciones acerca de la casa y el hecho concreto por lo que la investigación en este caso carece de conclusiones definitivas.
Saladero La Conserva.
Costanera Sur.
Febrero de 1990.
Construcción en piedra de 1.60 mts por 1,20 de ancho en su acceso por el Río Uruguay, bajo la construcción conocida como El Mirador.
Largo total, aproximado 25 metros. Se accede cuando el Río se encuentra en cauce normal. A 10 metros del acceso las dimensiones se estrechan hasta llegar a un lugar en que resulta imposible avanzar, no obstante de las medidas tomadas dentro de la construcción y trasladadas a la superficie permite inferir que la construcción corresponde a un desagüe del saladero mencionado. Si bien fue esta construcción una de las primeras a la que se pudo acceder, no es menor el detalle de que fue una de las pocas que se pudo realizar registro fotográfico.
Desagüe de saladero La Conserva.
Consideración 1
A nuestra solicitud técnicos especialistas han colaborado en realizar en forma teórica la apreciación que se describe a continuación tomando como base que un túnel, es decir un lugar al que se accede teniendo como objetivo la salida en otro lugar físico, de 1350 metros que es la medida con la que se ha insistido hasta el cansancio para describir el “trayecto” Catedral-Casa de Gobierno, contando con obreros no especializados con picos y palas sería el siguiente siempre y cuando en el trayecto no se opusiera un banco de arenisca silicificada o basalto propio de la formación geológica del área.
Cantidad de obreros: 300
Tiempo de trabajo: 4 años sin contar imponderables, climáticos, etc.
Consideración 2
Si en algo son coincidentes todos los documentos consultados para la primera mitad del siglo XIX y aún a inicios de la segunda, es la escasez de la población en el área del Salto. ¿Con qué objetivo y con qué mano de obra se habría logrado construir un túnel desde un lugar (donde más de cien años después se erigiría la Iglesia Catedral) a campo traviesa, hasta donde en idéntico lapso de tiempo posterior se levantaría el Palacio Córdoba, actual casa de Gobierno? Acaso esos ingenieros, seguramente extranjeros, dispusieron de mano de obra en la escasamente poblada campaña de la Banda Oriental, a espaldas del celo del ejército…? No parece posible.
¿Fue acaso viable que una obra de ingeniería de tal envergadura pudiese pasar desapercibida en una sociedad aldeana de algunos cientos de habitantes? Si la misma hubiese sido construida en la segunda mitad del siglo XIX, ¿por qué no han quedado registros, aunque fuera meramente noticias de tal hecho en su momento?
Resulta por demás obvio que no se realizó el cálculo de la cantidad de herramientas, ladrillos, arena, y cal que hubiese sido necesario para tal obra. Quedará a consideración del lector, si cuenta con la debida paciencia, hacerlo. He aquí un aporte en esa dirección.
Cálculo movimiento de tierra
La tierra a remover para la construcción de 1.300 metros de túnel - no se incluye los ramales a que refieren respetables coterráneos- sería:
10. 000 metros cúbicos. El esponjamiento producto de la remoción la cantidad final sería de 13.000 metros cúbicos. Para movilizar esta cantidad de material 19.500 toneladas aprox. sería necesario hoy contar con 1.860 camiones con volcadora lo que equivaldría a mediados del siglo XIX a unas 6.500 carretas.
Referente a la cantidad de ladrillos que fuera necesario utilizar para cubrir las bóvedas, su cantidad oscilaría en 500. 000. No se efectuó el cálculo de la cantidad de cal y arena necesaria para la construcción por considerar suficiente el material comparativo aportado.
A continuación vale la pena transcribir la realidad de Buenos Aires a través de la autorizada palabra del arqueólogo argentino Schávelzon.
“Los túneles existentes en la ciudad de Buenos Aires han sido un tema de gran atractivo a lo largo de todo un siglo, y más aún. Han permitido a la población poblar sus lugares comunes, sus aburridos sitios de trabajo y de vivienda, con duendes, historias fantásticas de aparecidos, de grandes contrabandos, de subrepticias huidas de novios, de soldados o de dictadores. Desde recolectores de anécdotas hasta entusiastas historiadores mucho se ha escrito sobre ellos. Pero salvo un par de investigadores serios, casi nadie ha aportado soluciones al problema que los túneles presentan, y muy pocos han dado información que podamos asumir como definitivamente válida. Cuando revisemos la bibliografía veremos cómo generalmente se describen túneles sin darnos sus medidas o su orientación; ladrillos sin decir cuánto miden; se habla de las mezclas de cal o cemento sin analizar su composición; se asevera que un tramo se une con otro a varias cuadras de distancia sin tener ninguna certeza, o lo que es más grave, se asume que todos forman una red compleja y vasta y que son contemporáneos entre sí. Incluso ha habido supuestos investigadores que ni siquiera estudiaron los objetos incluidos en la tierra que extraían, o que no se molestaron en fotografiar los encontrados en el interior o sobre los pisos. En cambio, se usó lo que alguien decía o escribía para repetirlo una y otra vez, transformando la bibliografía en una serie de aseveraciones que, si bien pueden ser ciertas, muchas de ellas nunca han sido fehacientemente probadas.”
Dr. Arqueólogo Daniel Schávelzon.
Conclusiones finales
El abordaje de este tema motivó un fuerte impacto en el equipo de investigación que se conformó en 1992/93 por la sola posibilidad de constatar aunque fuera parte de estas construcciones que se denominaban túneles, sin embargo la absoluta falta de evidencias dejaron al descubierto la reiteración de un mito que cada tanto vuelve a resurgir.
Quede la constancia que hemos abordado la gran mayoría de los espacios físicos a los que se hacía mención en Salto y relevando información de la vecina ciudad de Concordia R.A. sin que uno solo de ellos pudiera aportar información veraz.
Tal vez otras disciplinas puedan hacerlo convenientemente en otro escenario.
A tener en cuenta que las consultas realizadas en varias ciudades, Montevideo, Maldonado, Canelones y Rocha han arrojado resultados similares con análogas disposiciones geográficas: El Banco, la Jefatura de Policía, el Cuartel Militar, la Iglesia, la casa de los personajes políticos más relevantes etc., como lugares señalados donde se encontrarían estos túneles.
Si en el devenir del tiempo las futuras investigaciones nos sitúan frente a evidencias materiales que certifiquen inequívocamente su existencia, seré el primero en reconocerlo. Mientras tanto los estudiosos del folclore y los mitos se encargarán de tan importante tema.
Referencia:
1*. En 1819 el archivo de la Parroquia del Carmen certifica el primer bautismo. De allí en más cientos de nombre guaraníes pueblan esas páginas como un mudo testimonio de lo que fue y que aparentemente nos negamos a ser; por lo menos desde la historia oficial. Una población desperdigada a la vera del Río Uruguay, sometida a la suerte o verdad, triunfos y fracasos de la revolución artiguista primero y de las divisas luego, extranjeros en su tierra, o en el mejor de los casos inmigrantes no deseados por una sociedad capitalina que aspiraba a la pureza racial. Mal que les pese a los cultores de aquella vieja historia el siglo XIX, casi en su totalidad está lleno de nombres en las partidas bautismales, decesos, casamientos y padrinazgos. Es que la principal migración a esta parte del país vino del norte, no llegó en barco sino a través de extenuantes caminatas acompañando al ideario de Artigas primero y al Gral. Rivera después. La historia de los pobres. La historia de aquellos que vivían en la naciente villa del Salto invadida por los brasileños en el momento que se escribían esas partidas y si un hecho de las características que nos ocupa hubiera acontecido, a no dudar que hubiera contado ya con mano de obra guaraní, ya como sus relatores pues a diferencia de toda la masa de gauchos que poblaba la campaña y de algún que otro representante de la clase política, sabían escribir.
Va este ejemplo como muestra de la fragmentación de nuestra historiografía que mencionaba.