La acción de tejer a través de la pintura hilvana cinco sucesos, cinco momentos retenidos por la memoria en la vida cotidiana de un caluroso verano en el departamento de Salto. La propuesta se basa en dibujos momentáneos, realizados inicialmente en pequeña escala, para luego ser llevados al óleo sobre tela en formatos más grandes. El patrón que compone el trabajo final toma como inspiración los tejidos de malla-sombra desgarrados por el tiempo que fueron usados en los invernáculos para proteger los cultivos del sol. Formas y composiciones casuales en sucesos simples, sin valor perdurable en la vorágine de imágenes que pasan frente a nosotros, se entrelazan en patrones dibujados con mangas de repostería y óleo negro.
Nombre: Toña anunciando agua Nombre: Sin título
Técnica: óleo sobre tela Técnica: óleo sobre tela
Medidas: 220 x 160 cm Medidas: 150 x 130 cm
Año: 2011 Año: 2012
Nombre: Ñandubay torcido
Técnica: óleo sobre tela
Medidas: 70 x 130 cm
Año: 2012
Nombre: Flotando en las termas
Técnica: óleo sobre tela
Medidas: 90 x 150 cm
Año: 2012
Las obras de esta serie pertenecieron a una muestra llamada ENTRETEJIDO realizada en el EAC (Espacio de arte contemporáneo) en Montevideo en el año 2012.
Nombre: Sin título Nombre: Sin título
Técnica: Goma sobre carbonilla Técnica: Goma sobre carbonilla
Medidas: 170 x 140 cm Medidas: 150 x 230 cm
Año: 2004 Año: 2004
Colección del museo de arte
contemporáneo de Aguascalientes, México.
Nombre: Sin título Nombre: Sin título
Técnica: Goma sobre carbonilla Técnica: Goma sobre carbonilla
Medidas: 180 x 133 cm Medidas: 92 x 70 cm
Año: 2004 Año: 2004
Estas obras pertenecen a la serie de trabajos realizados en goma sobre carbonilla y que fueron expuestos en la Sociedad Italiana de Cultura de Salto en el año 2005 y en el Subte de Montevideo en el mismo año.
Para la curaduría de la exposición que se realizó en el subte, el director en ese momento era el señor Enrique Badaró y escribió el siguiente trabajo curatorial:
Bruma. Tiempo. La voz del árbol. Vetas de mármol negro. Hacedor.
El pasado de inmigrantes, de inciertos navegantes mediterráneos, carboneros de profesión, vive aún en las venas de Alvaro Zunini. En su obra uno puede ver todo el pasado de esos trabajadores de carbón que transpiraron tiznados para forjar una nueva tierra, de la que él es fruto.
Como en una onírica definición de una acción teatral de Tadeusz Kantor:
...Al fondo se reúnen todos los ancianos, se amontonan en una muchedumbre. Con gran fuerza irrumpen las notas de un vals que intenta volver los tiempos pasados y tras éste, avanza fiel, inflexible, elegante, estudioso e investigador de aquella tierra absorbente inexpulgable y misteriosa: el pasado, la infancia. Certero anatomista que sabe desvelar estratos cada vez más profundos de este paisaje humano, en el que logra mitigar el infierno con el lirismo de la humana piedad.
Y entonces inconscientemente Alvaro Zunini rinde un terso homenaje a sus ancestros, respirando el carbón a miles de kilómetros de distancia de la ciudad que le vio nacer.
Celebra con la más exquisita simplicidad el agridulce disfrute de estar vivo, inmediatamente hace llegar la infancia, la madurez, la senectud mas avanzada, el placer y el dolor de la vida .Su obra presenta un momento intemporal del breve intervalo entre el nacimiento y la muerte. La vejez es vivida para Alvaro Zunini como parte de un proceso de vida, proceso que siempre estará presente en el imbricamiento del pasado al presente y de éste al futuro. Lo bello no existe “per se”. Sino que opera como resultado de la síntesis de la relación de los opuestos (niño/vejez, vida/muerte).
Recordamos la magnifica presencia del célebre bailarín butoh Kazuo Ohno quien lleva consigo la carga magistral de trabajar libremente en el escenario, como en medio de la bruma, la presencia del anciano y la del niño recién nacido.
Esta muestra trabaja los opuestos formando parte del todo y la obra se completa por nuestra observación, agregamos con nuestra percepción la carga emocional y de resonancias del recuerdo que hacen más seductora aún la propuesta.
El tiempo es el otro tema obsesivo en Alvaro Zunini, aquello que transcurre entre el nacimiento y la muerte. Alvaro Zunini roza tangencialmente la muerte ante la cual toma una posición clara: la muerte no existe, el eslabonado de arcos de la vida que suben y descienden genera la secuencia inmortal del ser humano. Nunca morimos, partimos del cuerpo de nuestros padres para que de nuestros cuerpos se formen otros.
Hay algo de “El otro” de Borges. En esta narración, un encuentro en el que el joven se observa a sí mismo 50 años más adelante y comienza un diálogo bizarro, ilógico pero real y profundo: está en juego el tiempo, vertebrado por la paradójica interlocución de un joven consigo mismo en plena vejez.
Borges pliega y junta los extremos del tiempo que transcurrió entre la juventud y la senectud. Alvaro Zunini hace un poco lo mismo. Acuciado por el tema, metaforiza en los pliegues del tiempo los pliegues de la piel, y juega con la inverosimilitud de tal hecho, de forma que nos ubica como espectros frente a la omnipresencia de los vericuetos del universo. Uni / verso que ya no es uno si no Pluri / verso, lleno de pliegues que generan la masa porosa de la existencia.
Alvaro Zunini vuelve a la tierra a encontrar sus raíces, a ratificar su presencia de eslabón en la cadena de las generaciones, aún con cicatrices en la piel verdadera y en la piel del espíritu; redescubre su ciudad natal, la ciudad que lo alojó en su formación, antes de instalarse en la ciudad que lo adopta, en la que crea un proyecto de vida.
Otra vertiente de su obra se vincula a lo vegetal. Desde la idea de las raíces como fuente de vida, surgen las imágenes dolorosas de los vegetales y sus texturas. En muchos casos heridos por la agresión exógena, cables, vientos, cuerdas, luchas descarnadas entre el crecimiento de enormes vegetales y los duros hierros de rejas, con resonancias de prisión o castigos marciales. Hay por momentos una humanización de lo vegetal. Plinio el naturalista romano describía vegetales que confinaban con lo humano, la mandrágora por ejemplo que a su vez es definida comúnmente como blanca y negra y que además de gritar cuando se la hiere, tiene poderes narcotizantes, lo mismo que la circea que leemos en “la odisea” de raíz negra y flor blanca.
Tambíén las exquisitas texturas vegetales que Alvaro Zunini propone, muchas veces estan intervenidas con elementos artificiales ,restos de pasiones festivas o de lecturas más profundas en el mundo del placer, la pasión y el deseo: restos de carteles políticos, globos que pueden ser leídos como genitales, como redondeces de placer infinito, como senos que ofrecieron su nutricio líquido interior, o como vientres deseosos de albergar un nuevo ser.
La obra de Alvaro Zunini, también se apoya y extiende sus raíces en otros períodos del arte. El barroco es parte fundamental de su obra y en particular el tenebrismo.
Ese tenebrismo que toca con la luz aquellas zonas que se quieren evidenciar y suprime todas aquellas que no interesan. O sea que no importa la descripción absoluta sino la relación entre lo visible y lo no visible.
Podemos percibir destellos de la composición luminosa pertenecientes a Caravaggio, Rembrandt, Latour o Ribera.
En Alvaro Zunini el mundo de luces y sombras dramáticamente reforzado por lo acromático, se potencian en la escala de los trabajos de carbonilla. Su gráfica nos impacta en el detalle y en el conjunto, la relación de acercamiento y alejamiento para la correcta percepción es imprescindible.
El mundo barroco de los pliegues de la piel, nos sumerge en los conceptos de cavernosidades de Gilles Deleuze, del cual vinculamos los pliegues reales de la piel a los pliegues metafóricos del alma.
Y la idea de pliegue implica el concepto de una anterioridad de tersura y de pureza.
El pliegue implica el paso del tiempo.
Estos pliegues o cavernosidades las encontramos en los diálogos extemporáneo que Deleuze establece con Leibnitz. La imaginación de un espacio barroco, absolutamente cerrado, hecho de mármol negro y por sistemas de ventanucos estratégicos y espejos reflejantes, los haces de luz tocan puntos estratégicos de la composición. El contraste “brutal” entre luces y sombras es vital para este período. En algunos casos los límites se acercan a la nitidez de Caravaggio, en otros a lo bordes difusos de Rembrandt.
En los senderos de introducción a su obra y buscando en acepciones de las palabras que definen esta muestra, encontramos que plegar en latín proviene de plicare, que entre otras ideas, en el arte de seda significaba revolver la urdimbre en el plegador para ponerlo finalmente en el telar.
Interpretando este concepto textil se potencia la obra de Alvaro Zunini, ya que toda ella puede ser vivida como una urdimbre, como un bordado o tejido de trazos blancos negros y grises que hace una trama de historia desde el Mediterráneo hasta el río Uruguay, el Río de la Plata y el Anahuac.
Alvaro Zunini pinta de negro carbón toda la hoja de papel. Comienza desde la oscuridad y luego con goma de borrar de pan va iluminando sabiamente, horadando, obteniendo imágenes casi xilográficas, las que luego en un proceso mágico de depuración, emerge la imagen realista. Pero es este un realismo ambiguo, condición sine qua non del arte, esta imagen verosímil nos transfiere elípticamente al mundo real.
La operatoria visual del dualismo dialéctico entre el detalle y la imagen completa, nos conducen por los caminos de la seducción de la obra. Estos senderos no son siempre placenteros: descubrir la imagen final, descubrir segmentos del rostro, reflejarse en la vejez, intuir la muerte que ronda, la parquedad del blanco y el negro nos lleva directamente a un arte primario y por lo tanto de una pureza descarnada, el carbón del paleolítico, los orígenes de la fotografía, los orígenes del cine, el grabado.
En el reino del simbolismo, el blanco y el negro gozan de la libertad de ser abstractos. En este reino son literalmente los opuestos; lo bueno y lo malo. El negro es por esencia siniestro, lo desconocido, la muerte pero también lo negro es una fuente tremenda de fuerza: combina el misterio con el poder.
El blanco es tan bueno que llega a ser irónico. Pero el blanco tiende a cierta deshumanización (frialdad médica, asepsia, las estrellas pequeñas de gran densidad o enanas blancas estallan formando misteriosos agujeros negros que tal como cree la ciencia ficción son puntos de acceso a un universo aparte). Los grises obtenidos por la mezcla de ambos aluden irreversiblemente a los restos del fuego de la pasión.
Alvaro Zunini en su quehacer trabaja con los deshechos, el polvillo que cae de su furibunda acción es recogido en superficies, sobre las que dibuja y traza nuevas imágenes, cuyo virtuosismo evoca un mundo creador sin fin. Prácticamente todo es reutilizado, los planos horizontales sobre los que cae el povillo y se producen las nuevas obras. Serán sin ninguna duda parte sustancial de una futura muestra que podremos disfrutar en nuestra ciudad.
Enrique Badaró Nadal
Montevideo, Febrero de 2005.
El Pliegue, Leibnitz y el barroco, Gilles Deleuze.
El Libro de los Seres Imaginarios, Jorge Luis Borges.
El Gran libro del color, director: Helen Varley, redactores: Yale Foreman, Carl Foss, Sydney Harry.
Diccionario de la Real Academia Española.
La Escena de la Memoria, Tadeuz Kantor.