Hace tiempo y en diferentes situaciones, sea charlas de café, rondas familiares, actos culturales, mesas redondas o cursos, el tema del costo de la formación de cultura, es motivo de debate, intenso y apasionado. A su vez, encierra la definición de qué es cultura. Entonces la cuestión va desde si el partido de la tercera B de Calamuchita es con entrada paga, hasta si los precios de los grandes espectáculos, suponen una fuerte discriminación por sectores económico-social.
Esta nota pretende solamente instalar el tema a nivel de una ciudad como Salto, o si se quiere de un país como el nuestro, sin olvidar que el contexto es internacional. Entonces, se puede empezar por señalar si aquí ha habido manifestaciones culturales de importancia. La respuesta es afirmativa. Salto cuenta con escritores de talla internacional; de plásticos de gran categoría; de músicos de destaque; de arquitectos comparables a otros de la zona con gran calidad. También ha sido –generación tras generación- sabia sociedad conservadora de sus elementos más preciados. Tiene un Teatro notable y varias salas aptas para diversa cantidad de público, como el Ateneo, la Sociedad Italiana, el Aula Caffaro y otras. Incluya el “Víctor Lima”.
Es el departamento-salvo la capital nacional- con mayor número de Monumentos Históricos Nacionales. La estatuaria, incluyendo la plaquetería, es de buena calidad y número.
Cuenta con una Biblioteca Municipal de buen contenido y servicio. La intendencia dispone de una Banda y un Coro, de un Conservatorio y ofrece talleres de distintas disciplinas.
Por si eso fuera poco, `posee Museos de notable valor. El de Artes Visuales “María Irene Olarreaga Gallino”, inimitable por edificio y acervo; el del Hombre y la Tecnología “Néstor Minutti”, adosado con el de Arqueología y Ciencias Naturales, el 18 de julio, para muestras temporarias; El Histórico;(en restauración); el del Río Uruguay e incluso la Casa del Patrimonio.Ni que hablar de la Casa Quiroga.
El primer cuestionamiento viene sobre su uso. No hay estadísticas completas pero se puede afirmar que el uso de todos y cada uno de esos bienes; o el aprovechamiento de los servicios disponibles, es bajo en comparación a las posibilidades. Alguna vez pruebe de ir a alguno de los Museos un día hábil en horas abiertas al público. Puede ser recibido con el espectáculo de los funcionarios corriendo a prender las luces, porque es tan poco habitual la visita que con razón, se ahorra en energía. Puede ser que no se admire de eso, si no de que sea el único visitante. Una encuesta sobre el conocimiento de todos esos sitios por la población local daría números alarmantemente bajos.
Las salas no tiene el aprovechamiento adecuado. E incluso es discutible qué tipo de espectáculos se hacen en cada una. Es sabido que alguna minoría se queja de que no puede asistir a toda la oferta (sea pública o privada) porque se agolpan el mismo día. Es cierto, pero el mercado de asistentes, con optimismo no sobrepasa algunos pocos centenares de interesados.
Así que aunque fuera gratis y aunque hubiera mayor oferta, tampoco la demanda sería demasiado grande. Hay excepciones: la sala de mayor aforo se llena con ciertos espectáculos con entradas de mil pesos o más.
Después de todo eso, no parece sencillo saber qué valores culturales se deben conservar y si para ello hay que modificar el criterio de la gratuidad. Porque gratis es entrar a todos los museos; porque gratis son muchos espectáculos y actos culturales. Sin embargo, todos ellos cuestan. Limpieza, funcionarios, gastos de luz y materiales imprescindibles, haya o no función; haya o no asistentes, están incluidos en la plantilla presupuestal pública y en la de las instituciones privadas. Para la Intendencia es un drama decidir en cada presupuesto, cuanto queda para lo cultural .muchas veces enfrentado a la opción de otros gastos en servicios esenciales.
Hay ejemplos de situaciones que cambian. La transformación de la producción y ocupación del teatro Solis tras su restauración, es uno de ellos. Otro, es la transformación cuasi instantánea del público del ballet del SODRE, a la llegada de Julio Bocca. ¿Es eso posible en nuestro medio?.
¿Es posible cobrar una módica entrada a los museos? Es una pregunta para promover la reflexión. Otro rubro que se explota a nivel mundial es el del mercadeo en los museos, con réplicas de sus cuadros o estatuas; de librerías, de reproducciones de edificios significativos, etc etc. El ejemplo de que funciona es que a través de esos objetos (siempre accesibles en su costo) los viajeros cumplen con aquello de traer el regalito de viaje.
Solicito simplemente el análisis del tema y sus derivados, para comprobar si aplicar algunas tarifas o hacer mercadeos, ayudarían al mantenimiento o la promoción cultural. Porque entre otras cosas, a los artistas hay que pagarles para que vivan de lo suyo y a los gobiernos-de cualquier jerarquía o a las entidades culturales- es menester darles recursos genuinos.
Vale la pena porque en mi modesto concepto las civilizaciones trasmiten muchas cosas, pero las herencias mejores son las culturales, superando a los modelos políticos, a los esquemas económicos y a las situaciones sociales. Las Pirámides quedaron para siempre, aunque no haya faraones; los palacios europeos están ahí, aunque no haya más reyes con poder absoluto; Machu Pichu o las ruinas mayas, continúan en pie, aunque se hayan extinguido sus imperios. La lista es interminable.
¿Cuánto, a quién y cómo debemos hacerles pagar por la cultura?