Taller Horacio Quiroga

ACHAS DE MAÍS

Una mujer, sentada sobre sus piernas gordas, flexionadas, como abrazando el fogón, donde hierve una olla con polenta.

Harina de maíz, agua y sal, que con una cuchara de madera revuelve y cada tanto, rompe el silencio de aquellas horas con algunos golpes, sobre el filo de la olla.

Desde esa misma posición, mira a cada rato alzando la cabeza, queriendo ver mas allá del camino y de vez en cuando se levanta para arreglar la lata que ha puesto recostada a la pared improvisada de ladrillos, para proteger del viento.

Ramona Linares espera a su compañero ferroviario, y recuerda las escasas noches de amor, sin promesas ni compromisos, los gratos momentos que se repiten cada fin de mes.

Ella, sabe que hoy ha de venir, aunque él, nunca le ha dicho que la quiere, nunca le ha dicho que hará cuando lo pasen a disponibilidad, o a retiro, nunca le ha dicho reconocerse padre del mas chico, aunque a veces ella lo sorprenda mirándolo detenidamente y pareciera darle un trato diferente.

La conversación entre ellos siempre ha sido igual, del trabajo diario, de calzar durmientes y de rieles flojos, a los que ella intercambia con los quehaceres de la chacra, travesuras de los gurises y del trajinar con los bichos.

Ella sabe que hoy vendrá, como siempre y traerá la tranquilidad en un surtido para unos cuantos días y habrá pan, mortadela, algo de vino y caramelos para los gurises.

Justamente ayer, durante todo el día, les estuvo diciendo;

- Mañana viene el tío Tolentino. ¡Cuidadito con el que se porte mal!

Por eso hoy se fueron a acostar temprano.

Y cuando llegó la hora, no quiso escuchar ni ver, como pasaba el tren sin detenerse, llevando la esperanza de pan y amor.

Ella quedó acuclillada, con los oídos tapados por sus manos y de cabeza gacha, mientras la noche se adueñaba del camino.

Luego, retiró la olla del fuego y lentamente fue tomando conciencia de lo cruel que sería para los niños y como un farol sin querosen, la esperanza se fue apocando en sus pupilas y su rostro se tornó de humo y cenizas.

Mas tarde, ya sin fe, mirando la espesura de la noche, pudo distinguir entre las sombras, la braza de un cigarro y al oír el ruido de los cascos de un caballo a paso lento, se estremeció de alegría.

El rechinar de las ruedas del carro se escuchó cada vez más cerca y el silbido suave, entreverado con algún ruido común del campo, anunciaban la llegaba de Tolentino Correa con su mudanza a cuesta.

Las llamas del fogón se volvieron a encender con un leve soplo de viento, cuando la mujer con la boca reseca de esperar, fue a su encuentro y con la voz entrecortada le dijo:

-Está pronta la polenta.

 

SUEÑO PROFUNDO

Esa mañana en el despacho del Comisario Herminio Sandez, en la Seccional 4ª de Policía, un hombre que decía llamarse Alfredo Scuder, pretendía comprender y explicar lo que le había sucedido.

Tantas eran las preguntas que le hacía el Comisario, que ni para él encontraba respuestas.

Se esforzaba por recordar, pero aún le pesaba mucho la cabeza y se lo hizo saber al Comisario y éste, lo encaró firme.

-¡Escuche Scuder! Yo pretendo esclarecer el hecho, sabrá Ud. que; todo lo que suceda en esta jurisdicción nos corresponde, nos involucra y nos afecta, así que, si Usted no colabora con todos los datos, va a ser imposible. ¿Me entiende?. -le dijo y atendió el teléfono.

No corte, dijo y derivó la llamada que era para uno de los policías que estaba en la habitación siguiente. Allí, Mele y Pizorno, con la oreja pegada a la pared, pretendían escuchar la declaración. Atendió Melle.

- ¡Hola! Amor ¿Cómo andas?.... Bien si, hay una ovejita en el corral, dijo y se rieron, está bien, pasamos luego, como siempre, bueno, bueno, besos.

¡Escuche Comisario! Siguió Scuder, me preocupa mucho mi situación familiar, es algo muy delicado, le ruego que sea muy cuidadoso con el informe. ¿ Entiende?

El comisario se acomodó en su sillón y con animo de consuelo, respondió;

-Su señora estaba muy preocupada, llamó a las 5 de la mañana, con el temor de que le hubiera pasado algo grave. ¿ Cuanta plata tenía? Revisamos sus bolsillos y no había nada.

Scuder tenia la cara empapada de transpiración, con un hilo de voz, continúo:

-Hoy tendría que pagar la cuota del auto, tenía unos $ 10.000, que había levantado del cajero antes de ir al asado. Anoche le hicimos la despedida de soltero a un compañero y Ud. sabe como son estas cosas. Después de cenar, algunos nos fuimos, al " mini" bar en la zona del puerto.

En la otra habitación, quienes escuchaban el interrogatorio, se cruzaron miradas de complicidad, sabiendo que se trataba del lugar donde “trabajaban” las chicas.

-¿Habrá sido Raquel? te lo aseguro, le dijo Pizorno al otro, que se encogió de hombros.

Scuder recordaba haber pasado bien esa noche, se había divertido y después de cierta hora, no recordaba nada, todo se le volvía como una nebulosa, le vuelve a confesar al Comisario.

-¡Oiga Scuder – retoma el Comisario. Sé su apellido porque su mujer lo describió muy bien y todo coincide, de otra manera no sabríamos quien es Ud., porque no lleva documentos encima. Scuder se registra todos los bolsillos, y en verdad, no tenía nada.

-Lo encontramos tirado, dormido en las ruinas de la vieja tienda “La Esmeralda”, no había forma de despertarlo. ¡La sacó barata Señor!.

-¿Me puede ayudar? Implora Scuder.

-Quede tranquilo, - calmándolo el Comisario, lo entiendo, trataré de darle una mano.

¡Déjeme decirle algo más; Ud. ha sido víctima de "las dormilonas" un grupo de "chicas de la noche" que rondan esa zona, le ponen somnífero en la bebida a sus clientes, los duermen, los roban y después, los dejan tirado en cualquier lugar. Scuder se quedó pensando y recordó haber guardado, entre la media y la bota, en un descuido, la cédula de una de las chicas, a la que la embromaban con la edad. - ¡Acá está! (Le entregó la cédula de la chica.

-María del Carmen Becari Donat, nacida en Young, el 20 de Noviembre de 1968, dice el comisario, observando el documento.

Mele y Pizorno, del otro lado, no podía creer lo que escuchaban.

-Yo sabía que esa estúpida nos iba a traer problemas.- Dijo con bronca Pizorno.

-Bueno, son accidentes de trabajo. -Dijo calmándolo Mele.

El comisario llamó a los agentes y les dijo:

-¡Vayan ahora, a buscar a la Estefanì!

 

VOLVER

La casa estaba en total desorden todavía esa mañana y lo estaría vaya uno a saber por cuanto tiempo. Algunos hilos de luz atravesaban la pieza y subían por las paredes.

Esquivando el baño matinal con la toalla colgada al cuello y en chancletas Ivo Ponzoni daba riendas sueltas al ritmo de la sangre. Se acercó hasta la algo desarmada y débil ventana de madera para sentir el aire fresco del puerto que hacía bailar las cortinas harapientas por donde se escapaba el sonido de ayer con la voz inconfundible de Carlos Gardel. En el patio tranquilo una anciana de manos temblorosas se hamacaba en un sillón de mimbre al compás del tango.

Ivo Ponzoni se instaló frente al espejo, de su cabello mojado bajaba una gota de agua que tomaba por la frente y seguía por la mejilla, que bien podía confundirse con una lágrima. Allí se descubrió apocado y poco atractivo.

A un lado del espejo desde un retrato su compañera le sonreía y del otro lado “el mago”. Dos luchas permanente en vano, sin poder olvidar la primera y sin poder imitar la segunda.

El mate humeaba sobre la mesa mientras él iba y venía acompañando el tango de la radio.

Hundió la mano en el bolsillo por lo último resto de tabaco que le quedaba y apenas le alcanzó para armar un cigarro, lo mantuvo sin prenderlo en los labios para que le durara un poco más.

La radio interrumpió momentáneamente aquel tango para que el locutor anunciara:

- “La música ciudadana busca al interprete del año…últimos días para la inscripción; Gran Concurso de tango” se realizará el próximo domingo quince del corriente en el Centenario Sport Club. El ganador se llevará la suma de cinco mil pesos y como premio extra tendrá la posibilidad de grabar con la gran Orquesta Típica de Benito Reyes...faltan pocos días para el cierre de inscripción.”

Esa era su oportunidad, sonreía y no lo podía creer. Volvió hasta el retrato de su amada como consultándola; - Me enseñaste a esperar y aprendí de esa condena, cambié mis noches de tango y bohemia para quedarme a tu lado, pero ahora …. No pudo terminar la frase y miró la mecedora de mimbre donde solía sentarse Margarita a escucharlo cantar.

Enseguida buscó en el ropero su traje gris, estaba ajado y polvoriento, lo planchó con la mano y lo dejó sobre la silla. Quería volver al ruedo, aún mantenía los rasgos característicos y acentuados de un cantor de tango. Su rostro gris y sus ojos mansos pero agresivos de tanta necesidad volvían a soñar. Ivo Ponzoni había sido un hombre integro, un hombre generoso en tiempos que el dinero no pagaba peaje por sus manos, generoso mucho más de lo que le hubiese convenido, pero ahí estaba, sin enemigos ni resentimientos, dispuesto a dar batalla.

- Ivo, no te quedes en casa, no te quedes a sufrir, seguí tu vida, yo te sabré entender y esperar, no dejes tu carrera. Le había dicho su mujer en su momento y él agachaba la cabeza tragando la realidad sin decirle nada.

- Margarita, llegó el momento de volver, es una buena oportunidad, dijo mirando al retrato e hizo pose en el espejo como si estuviera en sus mejores tiempos y cantó;

- “Lejana tierra mía bajo tu cielo, bajo tu cielo, quiero morirme un día con tu consuelo, con tu consuelo..........” y se le escapó un suspiro largo como el fuelle de un bandoneón.

Ivo Ponzoni puso el saco en el hombro y se paró frente a la ventana, conservaba aún restos de un hombre galante y una belleza pasada.

La gente había pagado tantas veces para oírlo y él esperaba que el público aún lo recordara, pero había pasado tanto tiempo.

Volver a empezar. - le dijo nuevamente a su mujer en el retrato –

Tanta soledad le había hecho mal, se daba cuenta que ya no era el mismo y las circunstancias eran otras, ahora le costaba llegar a alguna nota alta y se fatigaba con facilidad.

A pesar de eso, se daba ánimo y recordaba a su público de pie cuando le gritaba y aplaudía.

- “Mi Buenos Aires querido…cuando yo te vuelva a ver....no habrá más penas ni olvido.

-Éste, es mi ultimo tango por ahora, acá termina un ciclo, me retiro a descansar y he tomado una gran decisión…la de mi vida – les había dicho- me voy a casar.

La sensación de hambre lo volvió a la realidad y se le escapó un juramento entre los dientes.

- ¡Tengo que volver, tengo que llegar como en los mejores tiempos!

Cerró los ojos y le pareció oír al presentador; “Señoras y señores llegó el momento de presentar al último participante de la noche, quien hará todos los méritos para llegar a ser el ganador del Gran Concurso de Tango….con ustedes Ivo Ponzoni.

Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno…” Y siguió cantando mientras la luz de la pieza disminuyó su intensidad para quedarse a media luz. La mecedora lentamente comenzó a moverse en un leve compás.

 

Alcides Flores

Nació en Salto (Uruguay) el 19 de Enero de 1961.
Participó del curso de Arte Escénico dictado por la IMS y el Ministerio de Educación y Cultura entre los años 1996 – 1998.
Publicó sus primeros relatos en el Semanario Propuesta de Artigas.
Participó con algunos de sus cuentos en la publicación colectiva del libro Los Nombres del Cuento de Ediciones Aldebarán (Salto 2004).
Conduce El Atajo, programa de radio que se emite en la 102.3 Nueva Era FM de Salto.
Es integrante del Taller Literario Horacio Quiroga desde sus comienzos.

       
 

 

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