Con Malena Rodríguez Guglielmone, autora del libro, Hasta el hueso, y con Nicky Volpi, sub director de cultura de la Intendencia de Salto.
Por Leonardo Garet
De verdad nos quedamos todos con las imágenes del Dr. Guglielmone. Cada uno reuniendo estas con aquellas otras imágenes que guardamos de él. Doy la bienvenida a todos los familiares que han venido a Salto, y en particular saludando a su hija Mariella saludo a todos, diciéndoles que los de acá de Salto los recibimos, en tanto familiares del Dr. Guglielmone, con veneración.
Y en nombre de quién, por qué, con qué pergaminos, a título de qué puedo yo hablar y presentar un libro de uno de los más ilustres médicos del Uruguay, y uno de los más dilectos hijos de Salto. No por cierto como fallido estudiante de medicina que fui, tampoco queriendo decirles que este libro se trata de una obra literaria de creación que a pesar de haber sido premiada en concurso del Ministerio de Educación y Cultura, lo fue porque el ministerio tiene una categoría muy amplia en su premiación y se llama Premios Anuales de Literatura, pero incluye historia, filosofía, ciencia. No pretendo decir tampoco que este es un libro de literatura, es un libro de historia, y un muy buen libro de historia. Hablo simplemente en nombre de los muchos, de los innumerables que el doctor Guglielmone trató, sin ningún interés, más allá de todas sus atenciones curriculares, de sus obligaciones contractuales. Hablo en nombre, como una anécdota lo dice acá en el libro, que todos aquellos que el Dr. Guglielmone trató, sin ninguna obligación; a quien no conocía, que simplemente un día en Montevideo le fue a preguntar qué hacía. Han pasado de eso cuarenta y tres años, probablemente nunca hubiera imaginado que aquel oscuro estudiante de medicina, que le pedía ayuda y que no tenía cobertura médica en Montevideo, cuarenta y tres años después iba a presentar su libro, un libro que lo presenta de cuerpo entero, hecho por su nieta Tampoco eso podría imaginar.
No se hacen las cosas pensando en retribuciones y menos en ese tan grato reconocimiento de una nieta. Pero inevitablemente tengo que hablar de literatura. Tengo que hacerlo con literatura. Quizá uno de los autores, si no el más olvidado, menospreciado injustamente en nuestro país sea José Enrique Rodó. En aquel libro publicado en 1900, Ariel, Rodó nos habla de la vocación universal de ser hombre. Habla de la belleza, de la democracia, de la formación de la personalidad, del rechazo a los valores que nos venían del norte, como imitación del hermano triunfante que se presentaba, según Rodó como nordomanía. Hablaba que había que tener una actitud constante para apreciar todo lo que nos rodea, y ser espectadores atentos allí donde no podemos ser actores. Rodó fue el maestro de América, y vaya sí entonces, ustedes que lo conocen, estarán pensando si nos haría falta ahora que se estudiara más. Rodó está en los programas, pero se dice que no se lo da porque es muy aburrido. Es aburrido aquello que el profesor no está convencido, o el profesor admira, sino nada es aburrido. Porque si se diera Rodó hoy, se podría tratar de por lo menos luchar contra una deshumanización, contra una pérdida de valores, contra una insostenible y grosera, avasallante propaganda, imágenes de todo tipo que nos rodean y nos vienen a mostrar la formación de nuestros niños cada vez más comprometida. Si el libro no se hubiera publicado cuando se publicó, si Arielfuera de mediados de siglo, o de fines del siglo XX se podría pensar que el modelo que tuvo cuando habló de un hombre íntegro era el Dr. Oscar Guglielmone. Él habla de que no puede haber ejemplares mutilados de la especie. Y esto a lo largo de todo el libro es lo que yo encontré, un hombre íntegro. Un hombre que en cada uno de estos capítulos que Malena fue organizando, nos presenta ese ideal de Rodó del cristianismo en la idea, de helenismo en las formas, por esa ambición de belleza, siempre sintiendo unidas la belleza, el bien, la igualdad, los valores.
Hay una foto del Dr. Guglielmone inaugurando dos monolitos frente creo que al Banco de Prótesis, representando con ello la igualdad que él creía tenía que haber siempre ante la medicina.
Yo voy a decir de este libro el elogio más grande que se le puede hacer. Que es un libro necesario. Es un libro necesario para que nosotros tengamos presente que una vocación cuando es válida e indeclinable, genera lo que Rodó llamaba el hombre íntegro. Yo que he estado treinta y ocho años en la docencia, y siempre en preparatorio, si habré visto de veces hacer tests vocacionales, y cuantas veces todos los que se inclinaban por la medicina lo hacían aparentemente movidos por un afán de solidaridad. Todo el que se inclinaba por la medicina declaraba eso. Han pasado muchos años. Y yo veo después cómo la realidad los va tragando, los va alineando, y los va haciéndose comportar como la empresa quiere. Eso no ocurrió con Guglielmone.
Este libro surgió de una devoción. De una devoción de la nieta a su abuelo. Pero es un libro que llevó mucho tiempo, muchos años. No me cabe duda, mucha investigación, mucho esfuerzo, mucho trabajo, encontrándose con sorpresivos nuevos veneros de información.
¿Y cuándo surgió en Malena la necesidad de hacer este libro? Quizá en forma inconsciente, porque ella dice que siendo muchacha le llamaba la atención que cuando nombraba su segundo apellido todo el mundo le preguntaba si era algo del Dr. Guglielmone. Yo creo que en esa muchachita empezó a surgir el deseo de rescatar la memoria de su abuelo. Esa muchachita sin darse cuenta empezó a ubicar a su abuelo en el nivel de reconocimiento que la sociedad lo tenía. Y naturalmente entonces después se sintió obligada a investigar, a hablar con quienes lo habíamos conocido, poco o mucho, poco en mi caso.
Y organizó este libro, que se deja mirar como un mural, a pesar de que está perfectamente organizado cronológicamente. Las biografías tienen que ser así, tienen que ser muy bien organizadas para que el lector lea en forma desorganizada, sabiendo que saltea y se encuentra con determinado momento de la vida del hombre estudiado, del biografiado. Y eso es lo que sucede con este libro. Podemos recorrer la niñez, la infancia, pasar a los últimos años del Dr. Guglielmone, saltear. Y después de haber encontrado esa devoción, de haberse encontrado con su tema, lo más importante para haber logrado este libro, es haber encontrado el tono, que es muy importante. Este libro se deja leer porque está muy bien escrito, porque es ameno, porque Malena sabe escribir. Pero sobre todo porque encontró el tono, porque no se deja arrastrar nunca por el sentimentalismo, ni tampoco se descubre un narrador ajeno a quien está tratando. Incluso en momentos culminantes del libro se nota esto que estoy diciendo. Cuando habla de su despedida, estando ya el abuelo enfermo, entonces el lector, cuando quiere darse cuenta, siente lo emotivo que fue aquella despedida por lo bien contada que está, y por la distancia que toma, cuando lo último que deja es la imagen del abuelo levantando la mano.
No cae en el sentimentalismo ni cae en concesiones. Se encuentra igualmente equilibrada la parte documental, los testimonios, los reportajes, la misión de una narradora que investigó y habló con muchos, y se encuentra también el espíritu crítico que no deja de lado incluso aquellos momentos en que lo podemos ver a Guglielmone enfrentado con las rivalidades y con la envidia. También está eso. Entonces uno siente que además de haber hecho y haber pintado este cuadro, este óleo que figura en la tapa, después lo retrató de cuerpo entero a lo largo del libro y eso pudo hacerlo por ese espíritu artístico que tiene, que se lo ve en este hermoso cuadro que hizo del abuelo.
A mí me sorprendió encontrar en determinado momento del libro, algo que no buscaba, que era la explicación de por qué alguien se brinda tan por entero como lo hizo el Dr. Guglielmone. Sí, uno siente las ideas, y va repitiendo la solidaridad, los impulsos hacia el bien, pero acá está dicho en una anécdota, en forma muy concreta el por qué. Y creo haberlo encontrado en este momento. Él se refiere a que trabajó en una clínica de neurocirugía. Y dice que abandonó esa clínica, porque veía que si bien se lograban resultados positivos, él no quedaba conforme. Dice así: ”mis colegas quedaban contentos porque el paciente vivía. Pero yo no me quedaba conforme con eso y dije, esto no es para mí.” Es decir, lo que él dijo ahí es que necesitaba ver en forma concreta, palpable, la sonrisa del niño, el agradecimiento del enfermo. Sentí que verdaderamente, además de un hombre de ideas, era un hombre de acción. El Dr. Guglielmone era ese hombre íntegro que dije al comienzo que planteaba Rodó. Porque sin dejar de ser el hombre que admiraba a su tierra, que nunca dejó de querer a su tierra, que era un hombre de familia, que fue un médico prestigioso que triunfó en todos los órdenes, fue también un gestor, alguien que llevó sus ideas adelante, el Bco de Prótesis. Ese fue el logro mayor que tuvo el Dr. Guglielmone, también su impulso para la creación del Fondo Nacional de Recursos. Pero lo que quería destacar es simplemente esto, ¿cuáles son las motivaciones de un hombre que llegó a ser tan importante, tan decididamente modelo de humanidad? ¿Qué lo movía? Eso lo movía: la sonrisa del paciente.
Este libro, para hacerlo más atractivo todavía a mis ojos, y más querible a mis ojos, tiene acápites de autores que me son muy queridos. El capítulo primero tiene un acápite de Marosa di Giorgio que dice: “cuán hermosa la quinta de Pruzzo, con los árboles altísimos. Mi abuela y yo entrábamos cautelosamente cual ladronas. Allí los picaflores eran rojos, bermellón. Los había verdiazules y dorados. Pero en su mayoría eran rojos. Cruzaban el aire como flechas, metiéndose en las rosas y narcisos los perros espiaban en la oscuridad con los ojos de gemas ...”
También muy bien elegido el acápite del capítulo 4, que dice uno de los mandamientos del Decálogo del perfecto cuentista de Quiroga: “Ten fe ciega, no en tu capacidad para el triunfo, sino con el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.” Y eso fue lo que hizo, amó a la medicina como a Rosa Luccini.
Pero en el libro también se transcriben los discursos del Dr. Guglielmone. Voy a permitirme compartir un fragmento. “Viajé a Montevideo para iniciar mis estudios de medicina, dejé los campos, los arroyos, los naranjales, dejé el arado, la rastra y el carro, dejé el perro, el caballo, los bueyes, y dejé también a mis viejos amigos con quienes compartí la felicidad de mi niñez, de mi adolescencia. Ellos quedaron disfrutando de los amaneceres de cada día, de los atardeceres con murmullos de palomas, de las tardes de chicharras, de las noches de luna, de la lluvia, y el olor a tierra mojada. Pero quedaron trepados a los naranjales en las crudas mañanas de invierno, abriendo surcos sobre la escarcha con el arado a mancera, con el dorso curvado al cielo con el dorso calcinado por el sol, mojando las viñas preñadas de racimos, y allí transcurrió sus vidas, prisioneros de la tierra, yo me alejé de ustedes, no sin nostalgia, una fuerza interior me impulsaba y las palabras de mi madre eran campanadas de alerta que surgían del fondo de su alma, la tierra es un castigo de Dios. En ella el hombre empobrece, y se entristece y se embrutece. Qué desgarradora sentencia de una mujer que vivió en la tierra, vivió en esa tierra y a sus hijos les puso alas para volar para que no queden prisioneros de la tierra.“
Como dije hay una muy buena alternancia, de la parte testimonial y de la parte documental. En una de estas últimas se incluyen unas palabras del Dr. Guglielmone cuando la designación como.......
En un momento dice que se siente lejos como un ombú. Y precisamente la primera imagen que nos trae la memoria es la Dr. Guglielmone como un árbol. Pero no un ombú; el Dr. Guglielmone es un árbol alto, robusto, erguido, como su vida vertical. Desde él se puede ver más lejos y proporciona a cada uno las ramas necesarias. Pero no, un árbol deja ver solo lo que está afuera de nosotros. El Dr. Guglielmone es un espejo que nos permite ver lo que fuimos, lo que dejamos de hacer y podríamos haber hecho y, sobre todo, lo que podríamos haber sido. Pero un espejo es estático; el Dr. Guglielmone es un jinete que nos tiende una mano y nos invita a subir con él en esa carrera que es la búsqueda de algo superior a nosotros mismos. Pero si es un viajero vuelve a aparecer Rodó. Y decimos que es Idomeneo, el personaje de la parábola Los seis peregrinos. Pero hablando de parábolas, hay una que es la más profunda y que sintetiza todo el cristianismo. Sí, el Dr. Guglielmone es el Buen Samaritano.
Versión de la disertación, Hotel Concordia, Salto, 2011.