Hermes Criollo

 

Un uruguayo con sello cordobés
Vela de armas, de Leonardo Garet. Cba, Alción Editora, 2003.

El de-velar de la palabra poética

 

Como cordobesa siento el orgullo de que un sello como Alción Editora haya publicado esta colección de poemas de Leonardo Garet. Aunque lejano en espacio, no lo está en el reconocimiento a un poeta que viene publicando desde hace ya tres décadas con sostenida calidad. El volumen reúne dos poemarios: Salida de página (reedición del libro que recibió el Premio del Ministerio de Educación y Cultura en el año 2001) y el que le da título al libro: Vela de armas, precedido por un prólogo de Hebert Benítez Pezzolano cuya lucidez y profundidad nos ahorra muchas palabras.

La simbólica pintura “La silla de Gauguin” de Vincent Van Gogh, motivo elegido para la cubierta, que muestra una vela encendida al lado de libros apoyados sobre una silla, y el título del poemario, predisponen al lector para un encuentro con la espera y la iluminación. La poesía opera como un puente hacia el secreto, como un cuerpo evanescente al que hay que velar para que dé a luz, para decirlo con palabras del poeta:

un poema que se desvanezca

después de la lectura (“salida de página” 6, 61).

Dedicaré algunos párrafos al primer poemario, “Salida de página” para establecer las líneas que traman la red interna que une ambos textos. Conexiones a veces sutiles, otras más evidentes nos llevan a reflexionar sobre continuidades, recurrencias, presencias que van conformando una poética coherente y sostenida a lo largo de todo el libro.

Una de las claves de lectura es la presencia constante de la memoria como persistencia del recuerdo en el presente, de lo que fue en lo que es; en el cuerpo de hoy llevamos el pasado. El yo reflexiona poéticamente también sobre la presencia de la muerte en la vida y de lo que será en lo que es. El tiempo presente es una conjunción de tiempos:

y tengo cuatro años

y también cincuenta

y un día

que no puedo pensar. (poema 3, 25)

De allí que la necesidad de permanecer se busque mediante el poema que tome “cuerpo”, aquel que no solo diga sino que se pueda palpar, oler, escuchar, en una unión que convoque a todos los sentidos y a todos los tiempos. No otra cosa significan los poemas “salida de página”[1] y “salida de página 2” cuando fusionan en imágenes lo corpóreo y lo intangible, lo perdurable y lo evanescente “...alfabeto de madera y agua ...”(27), dirá el poeta. Se busca el poema total, el poema que no solo ocupe el espacio en blanco de una página sino que la trascienda, que salga, que se escape, pero que a la vez deje su huella, también permanezca.

Esta necesidad de decir “algo más” es otra constante que atraviesa todos los poemas de Vela de armas, cobrando más intensidad a medida que se van sucediendo las palabras.

Los poemas de “Salida de página” aluden al recuerdo, a la infancia, al amor, a la presencia de la muerte en la vida del hombre y, sobre todo, a la soledad. Las imágenes fusionan agua, tiempo, lluvia, letras. Y el anciano se hace uno con el niño, el cuerpo con la memoria, la ausencia con la huella en el aire, en la sombra, en el agua. El tú dialoga con un yo poético que penetra en el centro de sí mismo, que es igual que penetrar en el centro de la página, que es, a su vez, penetrar en el centro de la poesía y desde allí estallar, proyectarse, trascender los bordes. Así lo expresan los versos de los poemas “salida de página 3 “ y “salida de página 4” que, a mi juicio, condensan la poética de Leonardo Garet: “Los bordes des-bordados ...”, la “jaula de la página” que necesita romper sus hierros para dejar salir el poema verdadero, ese que dice las verdades primeras, que no necesita de la escritura convencional para existir y para decir, que es capaz de habitar en lo más simple, en la palma de un niño, en un cachorro, en unas frutas y que para ser comunicado solo necesite espuma, vuelo, pared de bar, retratos, huella de un beso, cuerpo. Un poema que sea evanescente pero que a la vez deje su marca. Aquel que necesita escapar de los límites y a la vez contener la totalidad sin límites. Las dos líneas del poema “salida de página 4” condensan esta idea:

El mundo quiere entrar en un verso

y el verso salirse de sí mismo. (salida de página 4, 47)

 

¿Buscando qué? Nos preguntamos. Dos versos del poema “Inventario” nos dan la respuesta:

 

...buscando las cosas vestidas de palabras

buscando las palabras parecidas a cosas. (Inventario, 64)

Este sentido de desborde que atraviesa los poemas de “Salida de página”, toma mayor énfasis en “Vela de armas” donde la palabra “vela” convoca múltiples significados. No es solo el ritual de la espera y el cuidado de algo valioso; también el velar como ocultamiento marca significativamente varios poemas. El acto de nombrar esconde melancolía, oculta el ser interior, el yo poético está escondido bajo su nombre, bajo su cuerpo o como el reflejo de una foto antigua. Este es también el yo que saca a luz solo el resto, lo que queda de sí,

soy

lo que desbordó

de un vaso alto (definición, 73).

El poeta crea distancia entre el yo que es mirado y reconocido y su verdadero yo, lo que lo define tal como es, como resto, como reflejo, como nombre pronunciado por otros, como sombra. El hombre es una sombra unido a la memoria.

En varios poemas se da un predominio de lo visual que se combina con el estado anímico negativo. Así, en “cuadro oscuro con sol oculto”, todo lo que rodea al yo poético está trastocado: el pájaro no vuela, los fantasmas deben vestirse, el hombre corta con cuchillo el libro de su hijo... En medio de esa oscuridad el poeta emerge con la confianza de quien aún cree en la vida, “saco el corazón al sol”. (70)

Esto nos hace pensar en otra clave de lectura de la poesía de Garet: en medio de la oscuridad siempre el poeta apuesta a la vida. Hay algo oculto, la tormenta está adentro, la cabeza está oculta, el poeta solo puede ser conocido por quienes conocen un cuadro, pero el de-velamiento, la penetración, es siempre una posibilidad de vida. Hay un mensaje cifrado, y da pistas para su decodificación. Quien lo decodifique logrará conocer su alma, su esencia. La palabra poética será el puente que solo algunos cruzarán.

La poesía se convierte en un modo de reflexión y en un misterio: hay que descubrir las conexiones debajo de la superficie. La palabra poética des-vela, penetra, descubre, desborda, hunde sus raíces y se expande hacia zonas veladas.

La combinación de estructuras variadas, rimas libres o el juego con las palabras, medidas, exactas permite pensar en que las palabras se “acomodan” en el poema una a una, como piezas de un rompecabezas o de ajedrez: Cada una encuentra su sentido solo en combinación con las demás, en un juego que a veces es de paradoja, otras de complemento, otras de refuerzo significativo. Nunca gratuita, cada palabra está en el espacio del poema ocupando un lugar por necesidad, aunque en algunos momentos el lector vea interrumpido o clausurado el discurrir de sentido y tenga que resemantizar lo leído a la luz del corte. Amplía, de esta manera, las posibilidades significativas del poema y su efecto es más contundente.

En algunos poemas el sentido se produce por una conjunción de lo abstracto con lo concreto, con lo cotidiano y vuelve una y otra vez la imagen del pasado recuperada por ejemplo, por el recuerdo de sus padres, de la casa paterna revisitada.”

En otros, la evanescencia de las imágenes es lo que predomina. El tiempo escapa, es imposible asir lo esencial: el silencio, el ayer, el mañana. La vida es un cuadro con marco pero sin imágenes, porque no hay imágenes que se puedan fijar, todo es mudable, transitorio.

Pero, la constante semántica en todo el poemario y que revela el significado plural del término “vela” del título, es, justamente, su contrario, el acto de develar: necesidad de ir más allá; el deseo como penetración de un yo obsceno que pretende correr el velo. Las palabras son la ocasión para ese des-velar. En el poema “antes del poema” (76) se pone de manifiesto una cualidad esencial de la poesía de Garet: las palabras son la posibilidad de traspasar los límites, las fronteras, la orilla, la virginidad del agua. De allí que los poemas de “Vela de armas” se enlacen significativamente con los del otro poemario que conforma este libro, “Salida de página”. La página desbordada, el poema que toma cuerpo más allá de los límites de la página, la palabra poética que rompe con la vigilancia y el control. Y entonces, las palabras cruzan las puertas y se constituyen en presencia luminosa, son “más largas / que la vida”, dejan huella:

esa sensación de que aquí estuvieron

y merecimos su homenaje” (77).

Qué otra cosa es esto sino el des-borde, que es a la vez el des-velamiento. Desvelar es permanecer lúcido, atento, en tensa espera, despierto; des-velar es también penetrar en lo oculto para sacarlo a la luz o por lo menos para darle vida al nombrarlo. El poema “Identidad” es un claro ejemplo de lo que estoy afirmando.

La imagen del desborde también acompaña la sensación del destierro, de estar fuera del mundo: “estoy fuera de mi cabeza” (desterrado, 82), salido de la página que se escribe a diario, de lo cotidiano. Y el cuerpo ya no es solo el cuerpo atado al lugar y al nombre que le da identidad, también las palabras son el cuerpo, y el cuerpo de las palabras trasciende los límites ceñidos de la página, que ya es, ahora sí, blanco infinito, puro no-lugar donde se puede escribir lo indecible, lo que está oculto, lo que no se conoce y se vislumbra, lo que se presiente, lo escondido, lo velado, por esperado y por oculto.

Reaparece una y otra vez la pareja marco/cuadro e imagen que se desborda; ahora ya no como un objeto en el cual se contempla más de lo que se ve, como en el poema “cuadro con marco” (75) sino como el cuerpo que constriñe y

 

si pudiera quebrar el marco

formado con mi nombre

/.../

...y por ahí saltar

rugiendo de vida

una palabra afuera de la página

tomando su cuerpo verdadero. (83)

Sólo fuera de los límites de la página la palabra poética alcanza su poder y su estatuto de verdad, su “cuerpo verdadero”. Entonces: ¿por qué escribir si ello significa colocar palabra tras palabra en los límites de una página? He aquí la paradoja que nos deja su palabra poética y que nos permite leer más allá de las letras combinadas y de la sintaxis ordenada según las reglas. Eso que leemos es solo una sombra de lo que el poeta intenta comunicar, es solo la huella que deja en el cuerpo de la página la marca de la escritura. Las armas que vela Garet son las palabras esbozadas, desbordadas, profundas, veladas, las que pretenden entrar, caber en una página pero que solo pueden escaparse:

palabras con las manijas hacia arriba

y otras con un agujero para mirar por dentro. (alfarería, 84)

Las palabras cobran cuerpo, de pronto son llaves, por momentos son recuerdos, a veces imágenes, muchas otras sombras, o huellas. En otro momento representan el acto inaugural de la vida, el erotismo más profundo y entonces son semen derramado para que con su efecto “cumpla su cometido” y puedan dar a luz. Palabra derramada, palabra que se levanta erecta de la página:

 

Para cubrir de esperma

las hendiduras del sentido (el acto, 87)

Las hendiduras del sentido, esa es la razón profunda de la escritura de Leonardo Garet. Calar en las hendiduras del sentido con la palabra poética, con la metáfora precisa, sin “derrame” verbal, con un lenguaje medido, justo, pero que atraviese el velo, que pase la frontera. Así se expresa también en el poema “paso de frontera” (88) en donde el objeto material guarda en sí lo inmaterial, que es lo trascendente y lo verdadero. De la misma manera la página guarda el resto de sentido, el que, en muchas ocasiones, solo es silencio.

En el poema final se recupera el símbolo de la palabra como puente La palabra poética transmite la idea de que la vida es un espejo, un encuentro entre sombras, imágenes pasajeras contenidas en los límites de nuestro cuerpo y expresadas en palabras constreñidas en páginas que necesitan desbordarse para recuperar el sentido verdadero, su verdadero poder. La vida del hombre es una historia “recontada en imágenes” (97) una y mil veces, saludo entre espejos, sombra de

un acto que nace y muere

en el aire (puente para un caminante, 98).

Unas palabras para“vela de armas” (90), el poema que da título al libro, que condensa los significados dispersos a lo largo de todo el poemario. La imagen del “brocal del pozo” empleada como símil del límite de la página, sirve no solo para imaginar un lugar en donde hacen equilibrio las palabras elegidas cuidadosamente por el poeta, sino también para “visualizar” la profundidad posible que se percibe cuando se levanta ese brocal. Y entonces emerge: “el oculto poder de la palabra” (90).

Fugaz, etérea, pero a la vez profunda y permanente, con la simpleza de las palabras esenciales, así es la poesía de Leonardo Garet, quien, con esta edición penetra en uno de los mundos poéticos más vastos y reconocidos en la Argentina, la poesía de Córdoba, donde, seguramente, sabrá ganarse un lugar de privilegio.

Mg. María Cristina Dalmagro (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina)

[1] La minúscula de los títulos de los poemas que se citan respeta la ortografía de la edición.

Hermes Criollo, año III, núm. 7, marzo-junio, 2004.

 

María Cristina Dalmagro, Córdoba, Argentina. Magíster en Literaturas Latinoamericanas. Profesora en la Facultad de Filosofía y Humanidades. Ha publicado en revistas de su país y de diversos países americanos y participado en congresos de su especialidad.

       
 

 

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