Aquel que ha llegado a la sospecha
de que cuando no se los ve
los gallos ya iluminan el horizonte
entiende el intercambio carnal de las cosas
hay horizontes así
con gallos
que no piden cobranzas a la vida
sino ponen colores atrás de la noche
para que luzcan
la vida
la noche
hay horizontes que te quedan
adentro del ojo
y podés variar sus colores
la luz derramada sobre una sábana
donde dos confunden sus cuerpos
penetrados por el mismo viento
dos que buscan el agua prometida
las tablas de la ley
después de las últimas ropas
cuando uno para el otro
no tiene más secretos que los que él mismo
ignora
apriessa cantan los gallos
toda vez que se mira un horizonte
e quieren crebar albores.
aquel hombre soltaba pájaros al cielo
no de un sombrero
sino de su mano
iba ordenando la bandada
sobre el río
solitaria
como la mujer
que la miraba desde la orilla
y se unían dos países
en un mapa que cabía
en una mano
de niño o de pájaro
que una mujer solitaria
miraba desplegarse sobre la tierra.
en este pueblo
los pensamientos andan
de pared a pared
a la altura de la cabeza
y puede uno chocarse
con lo dicho por su abuelo
o tragarse
lo que una mujer desconocida
pensó
al vernos pasar
se puede apartar pensamientos con la mano
el bosque sagrado de las telarañas
en el tiempo
de la caída del rocío
se puede también pisarlos
y ver la cara del que nos habla
como a través de un vidrio
en el momento menos pensado
puede uno quedarse mirando fijamente
y caer de rodillas
cuando el pensamiento genera su defensa
contra la visibilidad
por último
uno muere
y los pensamientos se alborotan
como nube que se queda sin su viento
y nada más